”No tenemos un ministro de Hacienda sino un cajero que recauda más de lo necesario, invirtiendo el sobrante en el exterior”, afirma el economista Javier Fuenzalida (Universidad Finis Terrae).
Las últimas exposiciones del Ministro de Hacienda (página web de su ministerio) tratan de transmitir una economía en movimiento.
Del entorno internacional señala las alzas del precio del petróleo, los alimentos, los metales, crisis subprime, destacando que nos hemos librado de sus maleficios gracias a que el precio del cobre permite absorber esos costos internacionales evitando problemas de balanza de pagos y pérdida de reservas. Por el contrario, hay una fuerte apreciación de nuestro peso, grande contra el dólar y menor respecto de otras monedas duras. La intervención cambiaria del Banco Central, emitiendo dinero para comprar dólares, a la que ahora se suma el fisco, están sustentando la devaluación del peso, sin producir, hasta ahora, una hecatombe en el mercado financiero por la emisión de bonos que esterilizan la emisión. No se produjo la avalancha de dólares por el diferencial de las tasas de interés porque el aumento del riesgo-país esta vez nos ayudó. Los arbitrajes se están realizando en países con menos riesgo que el nuestro.
En el frente interno, hay un superávit fiscal cercano al 8% del PIB. No hay deuda pública. Velasco espera que la inversión a fines de año alcance al 28% del PIB, estimación errada, puesto que se basa en un cálculo en pesos constantes y no en pesos corrientes como corresponde, con lo que ese nivel deberá ser del orden de 20% ó 22% del PIB, aún insatisfactorio.
No obstante la tranquilidad macro se ve opacada por los problemas de energía derivados del incumplimiento argentino y por la política que viene desde el tiempo de Frei Ruiz-Tagle cuando se estableció que la falta de gas o sequías no serían hecho fortuito que eximan al generador de pagar compensaciones a sus usuarios, sumado al temor presidencial de los ambientalistas, se ha producido un retardo en el programa de inversiones en el área. Cree también que la inflación a fines de año volverá a la meta 2%-4 % a pesar que el dinero continúa creciendo, incompatiblemente, a una tasa anual entre 10% y 17% (M1 a M3).
En su análisis los problemas actuales no son de su responsabilidad: Educación (Jiménez), Salud (Barría), gasto privado en I+D y competitividad (Lavados), modernización del estado (Pérez Z), fricciones laborales (Andrade), energía (Tokman). Rechaza terminantemente cualquier revisión tributaria y está conforme con las mini-rebajas en Timbres y estampillas y combustibles. Ni hablar de los impuestos inútiles o de cambiar la base tributaria de primera categoría.
Puesto así, no tenemos un ministro de Hacienda sino un cajero que recauda más de lo necesario, invirtiendo el sobrante en el exterior.
Del entorno internacional señala las alzas del precio del petróleo, los alimentos, los metales, crisis subprime, destacando que nos hemos librado de sus maleficios gracias a que el precio del cobre permite absorber esos costos internacionales evitando problemas de balanza de pagos y pérdida de reservas. Por el contrario, hay una fuerte apreciación de nuestro peso, grande contra el dólar y menor respecto de otras monedas duras. La intervención cambiaria del Banco Central, emitiendo dinero para comprar dólares, a la que ahora se suma el fisco, están sustentando la devaluación del peso, sin producir, hasta ahora, una hecatombe en el mercado financiero por la emisión de bonos que esterilizan la emisión. No se produjo la avalancha de dólares por el diferencial de las tasas de interés porque el aumento del riesgo-país esta vez nos ayudó. Los arbitrajes se están realizando en países con menos riesgo que el nuestro.
En el frente interno, hay un superávit fiscal cercano al 8% del PIB. No hay deuda pública. Velasco espera que la inversión a fines de año alcance al 28% del PIB, estimación errada, puesto que se basa en un cálculo en pesos constantes y no en pesos corrientes como corresponde, con lo que ese nivel deberá ser del orden de 20% ó 22% del PIB, aún insatisfactorio.
No obstante la tranquilidad macro se ve opacada por los problemas de energía derivados del incumplimiento argentino y por la política que viene desde el tiempo de Frei Ruiz-Tagle cuando se estableció que la falta de gas o sequías no serían hecho fortuito que eximan al generador de pagar compensaciones a sus usuarios, sumado al temor presidencial de los ambientalistas, se ha producido un retardo en el programa de inversiones en el área. Cree también que la inflación a fines de año volverá a la meta 2%-4 % a pesar que el dinero continúa creciendo, incompatiblemente, a una tasa anual entre 10% y 17% (M1 a M3).
En su análisis los problemas actuales no son de su responsabilidad: Educación (Jiménez), Salud (Barría), gasto privado en I+D y competitividad (Lavados), modernización del estado (Pérez Z), fricciones laborales (Andrade), energía (Tokman). Rechaza terminantemente cualquier revisión tributaria y está conforme con las mini-rebajas en Timbres y estampillas y combustibles. Ni hablar de los impuestos inútiles o de cambiar la base tributaria de primera categoría.
Puesto así, no tenemos un ministro de Hacienda sino un cajero que recauda más de lo necesario, invirtiendo el sobrante en el exterior.
Ese panorama idílico recuerda a Galileo cuando, al abjurar del sistema heliocéntrico y forzado a aceptar el geocéntrico, refiriéndose tácitamente a la tierra agregó “y sin embargo se mueve” (Eppur si muove). Estamos en una situación económica sana y boyante… pero no crecemos.