Por ser de absoluta actualidad y una idea que se esta aplicando en el mundo desarrollado para facilitar la recaudación y fiscalización de los Impuestos, les entrego un artículo escrito por Leonidas Montes de la Universidad Adolfo Ibañez:
A excepción de San Mateo, el apostol que cambió el lucrativo arte de recaudar dinero por el de recaudar almas, los cobradores de impuestos no han sido históricamente personajes muy queridos. Desde que existe organización civil, los impuestos han sido un tema relevante. También conflictivo. No en vano fueron determinantes en las dos grandes revoluciones del siglo XVIII: la francesa y la americana. Si en general el gobierno antes se financiaba del comercio, a partir de la Primera Guerra Mundial aparecen los impuestos progresivos al ingreso con el fin social de beneficiar a los más desfavorecidos. Hoy países como Suecia -ejemplo de un estado de bienestar- aplican una fuerte carga impositiva a las personas con más recursos. Chile destina casi un 70% de los ingresos de nuestro gobierno central al gasto público social (un 14% del PIB). Si un 75% de estos ingresos provienen de impuestos, más de la mitad corresponden al cobro del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Con los casi US$ 10.000 millones obtenidos por concepto de IVA el país financia su gasto público en salud y educación. El IVA es nuestra mayor fuente de ingresos. Para financiar políticas sociales se necesita recaudar, y aunque hoy existe consenso frente al por qué recaudar, cuánto y sobre todo, cómo recaudar son temas debatibles.Respecto a cuánto recaudar, han surgido una serie de iniciativas para aumentar los ingresos estatales. Específicamente el programa de Bachelet propone concentrarse 'en la reducción de la evasión y la elusión, en la revisión de exenciones injustificadas y en un mayor aporte de los sectores con mayores ingresos'. La evasión tributaria es un delito, en cambio eludir (algo que ocurre, sobre todo en los altos tramos del Impuesto a la Renta), es legal. En todo esto existe un hecho ineludible: así como los agentes persiguen pagar menos, el gobierno central busca recaudar más. Por ello tampoco se puede olvidar la didáctica curva de Laffer: aumentar impuestos puede disminuir la recaudación.En cuanto a cómo recaudar, en círculos académicos y políticos ciertas voces se han alzado en defensa de un flat tax o impuesto plano, el que era ampliamente usado en Europa durante el siglo XIX. La intuición es simple: un impuesto único. Algunos países han implementado este mecanismo de recaudación. Estonia fue pionero en disponer un tributo fijo sobre los ingresos del 26% en 1994. Le han seguido otros países de Europa del Este, incluyendo a Rusia, que en 2001 acordó un impuesto al ingreso personal del 13%. Recientemente, Eslovaquia aplicó un impuesto del 19%, que incluye al IVA. Estos esquemas contemplan un tramo exento para aquellos contribuyentes con ingresos bajos.En varios países se discute el flat tax, e importantes políticos han sugerido este esquema en Estados Unidos, Alemania y Holanda, aunque sin éxito. La idea no es popular. Gordon Brown, nuestro Eyzaguirre en el Reino Unido, se preguntó ¿cómo es posible que un millonario pague la misma proporción que una enfermera? No obstante, esto es discutible. Si el argumento contra el flat tax es la justicia social, ¿por qué no diferenciar también el cobro de IVA para favorecer a los de menores ingresos? Así, algunos productos de la canasta básica deberían estar exentos de IVA, y este impuesto aumentaría gradualmente con el lujo. Esto sería complejo. Aunque un flat tax es un impuesto al ingreso y el IVA -nuestra mayor fuente de recaudación fiscal- lo es a los bienes, existen ciertas similitudes entre ambos. Pero el impuesto plano tiene una clara ventaja frente al IVA: la posibilidad de favorecer a aquellos con menores ingresos mediante un tramo exento.La simplicidad del esquema flat tax produce enormes ahorros en costos de transacción. Por ejemplo, en Estados Unidos se estima que los contribuyentes destinan en promedio 27.4 horas anuales a su declaración. Esas horas equivalen a US$ 125 mil millones, más que el PIB total de Chile. ¡Imagine el costo de oportunidad económico! Un impuesto de este tipo además disminuye los costos de recaudación y la elusión. Aunque nuestro SII ha sido pionero facilitando la labor de los contribuyentes, un flat tax -al igual que el cobro del IVA- disminuiría los incentivos perversos. La fiscalización sería tan simple que los recaudadores podrían seguir el ejemplo de San Mateo.
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